miércoles, octubre 17, 2007

"Text sans terminer ni nada" ¿el plagio o la remake?

Mejor así. No lo termino.

Escapando a su destino de formol para vivir una vida llena de provecho y dignidad, Albertito fue un ejemplo de alegría y tesón, fuente de inspiración de muchos.
Pues lo cierto es que de su temprana partida de este mundo, tan en consonancia con su igualmente precoz llegada, no quedan sino lágrimas entre aquellos quienes le conocimos y aprendimos a querer. Y las flores que no se hicieron presentes en aquel fallido nacimiento, no han de faltar hoy, en este enlutado día que a tantos aflige.
Deseo aclarar que, desde el comienzo, tuve cierta inclinación hacia el neonatísimo, que hacía de la repugnancia, un tema menor. Porque, ni sus ojitos de renacuajo, ni sus dedos desuñados, ni la impudorosa visibilidad de sus venas, me dejaban olvidar ni por un momento que yo también soy, en el fondo, la hija legítima de un preservativo defectuoso y Marta.
El trimestre reglamentario era ya un hecho, pero su madre no concebía la idea de tener que lidiar con otro regalito de dios. Así que se adentró en recónditos pasajes del conurbano para buscar al más deslicenciado de los médicos que se prestase a la tarea.
Métodos tradicionales no bastaron: raspado, succionado, aspirado, tecito de apio. Demasiado tarde. Hubo que meter drogas punchi punchi y fórceps. Cuando Albertito salió, medio dado vuelta pero vivito y coleando, de aspecto delfináceo pero con salud de roble, con sus falangetas a medio hacer pero de corazón galopante, madre entró en honda depresión pero no hubo tu tía, le hicieron el paquetito como si de restaurant se tratara y se lo tuvo que llevar a casa. Las primeras noches no fueron fáciles entre ellos dos, pero poquito a poco aprendieron a quererse. Él se le regalaba entero con su corazón palpitante de feto, ella sólo migajas.
Y así, Albertito fue creciendo. Abortito crecía en centímetros, sumaba días, pero sólo eso. Abortito no se desarrollaba: ni la gelatinosidad menguaba, ni la columna parecía enderezarse, tampoco la transparencia quería cejar. Era como si fuera de otra especie, una mutación, mutilación humana. Pero lo que Albert carecía de belleza convencional, lo compensaba con sentido vital e inteligencia. Parecía ridículo protestar contra todo eso, que, mal o peor, era existencia al fin.

4 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

buenísimo.

me sorprende gratamente todos los detalles que te sabés sobre el aspecto y la condición de un feto.

I like Alberto.
He reminded me of Little Abort, el musical.

falangetas!

11:21 a. m.  
Blogger Mateo dijo...

Brillante, cual lustrosa piel a medio desarrollar.

11:06 a. m.  
Blogger Unknown dijo...

cara de chambona, hay una obra teatral que estoy esperando ver con estas dos pelotas que tengo encajadas en la cara.

7:36 p. m.  
Blogger Unknown dijo...

faa, que gracioso lo que dije en el comentario anterior! es como si lo hubiera puesto otro, no me acuerdo de haber pensado eso. Dos pelotas que tengo encajadas en la cara??? qué comico, que plato.

Lo que venía a decir en realidad es:

ayyy, que mononada, todo pintado de rosa. ayyyy, que señorita eh? que señorita que te hicistes.

5:10 p. m.  

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