lunes, marzo 31, 2008

EscribArte, primera entrega.

Ok, transigí las reglas. Pero juro que todo empezó con Chota Garcha y Tulipita y de repente el texto se me escindió, y seguí escribiendo la parte que más me gustaba y bueno... lo importante era escribir, no?
Me quedó, aparte, un germen de un posible Chota Garcha para terminar en el futuro...


No podía esperar a morir. Quería que le tocara ya vivir su próxima experiencia humana.
No es que creyera en la reencarnación ni nada de eso. Era más bien materialista. No quería que su alma, que ya le tenía algo cansado, encontrara un nuevo envase. Lo que buscaba era una nueva alma para su materia, de cuya perpetuidad no dudaba.
Su proyecto de realmización se basaba en el principio homus-humus-homus. En el mejor de los casos, según sus cálculos, se tardarían unas cuantas decenas de años entre que la descomposición de su actual cuerpo se volviera humus, y que este barro nutriera luego la ensalada que le devolvería su materia a un cuerpo humano. La idea es que no sólo eres lo que comes: también eres quien te come.
Sí, era más bien materialista, aunque lejos se encontraba su caso de la acepción popular del término. No le importaba el dinero, ni siquiera trabajaba para ganarlo: vivía de lo poco que su madre le daba.
Tal vez ser mujer, nacer en Tailandia, quién dice ser cantante… (Había nacido con una voz ridículamente aguda y quebradiza para un individuo de género masculino).
Estaba un tanto apurado por iniciar el proceso, porque era consciente del mal trabajo que sus congéneres humanos estaban realizando con el mundo, y temía que para cuando muriera por causas naturales ya fuera demasiado tarde.
Definitivamente ya estaba preparado para su próxima experiencia humana cuando su madre lo disuadió con un argumento en verdad terminante: le prometió que de darse muerte a sí mismo, le congelaría en el freezer por los años de los años, y cancelaría de tal modo sus planes tan poco judeo- cristianos de suicidio.
Para ese entonces Abortito tenía ocho años de edad, y su madre, convertida al catolicismo y totalmente arrepentida de sus pecados del pasado, quería para su hijo lo mejor de la santidad y no temía aplicarle las de Jesús.
Años después (tres o cuatro) vino la emancipación. Con el tiempo, la comida y la escritura, su pensamiento se refinó y se volvió menos radical y mortífero. Le cosquilleaba la sensación de no ser del todo infeliz. A medida que pasaba el tiempo, y con esfuerzo, lograba llevar a cabo, si no todos, varios de los proyectos que se proponía.
Y así llegó la gloriosa mañana en que se consoló en el replanteo de sus propias ideas. Su nuevo proyecto se basaba en el principio hombre-hambre-hombre: no sólo eres quienes te comen: también eres quienes comes.
Y así Abortito, resucitador de viejos deseos, floreció gordo y feliz. Amante de las ensaladas, comió tantas como pudo, y en ellas, se dejó vivir tantas vidas como posible fue.